DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE ENTREGA 15/05/2020
Así salió John de aquel aprieto. Pero tanto cundió la alarma en el condado, que aunque el número de aquella gente hubiera en verdad llegado a doscientos o trescientos, toda la población, sublevada contra ellos, los hubiera aprisionado. Habría sido un fracaso total.
De lo que se dieron cuenta dos o tres días más tarde, pues de camino dieron con varios grupos de a pie y de a caballo que perseguían a tres compañías de hombres armados de mosquetes que, alcanzados por la peste, habían escapado de Londres y no sólo propagaban la epidemia en el pueblo, sino que además saqueaban la región.
Viendo las consecuencias de su aventura, se dieron rápida cuenta del peligro que corrían y resolvieron, siempre por consejo del viejo soldado, volver a separarse. John y sus dos compañeros hicieron como que se dirigían a Waltham con el caballo, y los demás, separados en dos grupos, tomaron el camino de Epping.
Todos acamparon la primera noche en el bosque, a poca distancia unos de otros, pero sin armar la tienda de campaña, por miedo de que los descubrieran. Richard echó manoa su martillo y su hacha y se entregó activamente al trabajo. Cortó varias ramas para construir tres pequeñas chozas, en las que se instalaron con tanta comodidad como era dable esperar. Las provisiones de Walthams-tow fueron ampliamente suficientes para aquella noche. En cuanto al día siguiente, Dios proveería. Tan bien había transcurrido el viaje bajo la conducción del viejo soldado, que éste fue designado jefe, y su dirección pareció tener un excelente augurio. Les dijo que ahora se encontraban a una conveniente distancia de Londres y que, no teniendo necesidad inmediata de buscar ayuda, debían adoptar todas las precauciones del caso para no ser contaminados ni contaminar; que, visto el poco dinero con que contaban, tendrían que observar la mayor sobriedad posible, puesto que, no admitiendo siquiera la idea de recurrir a la violencia, debían esforzarse por ir lo más lejos que pudiesen. Se alinearon, pues, bajo su dirección, dejaron en pie las tres chozas y a la mañana siguiente se dirigieron hacia Epping. El capitán -desde entonces se lo llamó así- y sus dos compañeros abandonaron el proyecto de ir a Waltham, y todos partieron juntos.
Llegados cerca de Epping, hicieron alto y eligieron un sitio conveniente en pleno bosque, no demasiado cerca del camino, pero tampoco demasiado lejos, hacia el norte, en un bosquecillo de árboles desmochados. Allí establecieron su campamento, consistente en tres anchas cabañas sostenidas con estacas, que el carpintero y sus ayudantes cortaron y fijaron en círculo. Los extremos fueron atados en su parte superior, y los costados fueron apuntalados con otras ramas; con haces de leña terminaron de cerrarlas y protegerlas. Tenían, además, una choza en la que vivían las mujeres, y una barraca para albergar el caballo. Ocurrió que al día siguiente, o subsiguiente, era día de feria en Epping. Allá fue el capitán John con un hombre y compró provisiones: pan, cordero y buey. Por su parte, dos de las mujeres fueron también, como si no pertenecieran al mismo grupo, y compraron otras cosas. John fue con el caballo para transportar sus compras y puso éstas en la bolsa de las herramientas del carpintero. El carpintero, a su vez, trabajó: hizo bancos y taburetes para sentarse, para lo cual empleó la madera que le ofrecía el bosque, y una especie de mesa para sentarse a comer.
Durante dos o tres días nadie reparó en ellos; pero de allí a poco un gran número de gente de la ciudad acudió a verlos, y toda la región se alarmó con su presencia. El pueblo temía acercárseles, y ellos a su vez querían mantener al pueblo a distancia, porque corría el rumor de que en Waltham y Epping había peste desde hacía unos dos o tres días. De modo que John les gritó que no pasaran adelante, diciéndoles:
-Aquí estamos sanos y salvos, y no queremos que vengan a contagiarnos la peste ni que salgan después a decir que nosotros se la hemos contagiado.
Llegados cerca de Eppulg, hicieron alto y eligieron un sitio conveniente en pleno bosque, no demasiado cerca del camino, pero tampoco demasiado lejos, hacia el norte, en un bosquecillo de árboles desmochados. Allí establecieron su campamento, consistente en tres anchas cabañas sostenidas con estacas, que el carpintero y sus ayudantes cortaron y fijaron en círculo. Los extremos fueron atados en su parte superior, y los costados fueron apuntalados con otras ramas; con haces de leña terminaron de cerrarlas y protegerlas. Tenían, además, una choza en la que vivían las mujeres, y una barraca para albergar el caballo. Ocurrió que al día siguiente, o subsiguiente, era día de feria en Epping. Allá fue el capitán John con un hombre y compró provisiones: pan, cordero y buey. Por su parte, dos de las mujeres fueron también, como si no pertenecieran al mismo grupo, y compraron otras cosas. John fue con el caballo para transportar sus compras y puso éstas en la bolsa de las herramientas del carpintero. El carpintero, a su vez, trabajó: hizo bancos y taburetes para sentarse, para lo cual empleó la madera que le ofrecía el bosque, y una especie de mesa para sentarse a comer.