DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE ENTREGA 04/06/2020
Se dijo que los objetos abandonados pasaron al rey, como heredero universal. A raíz de lo cual oí decir, y creo que en parte era cierto, que el rey los donó a título de bienes confiscados al Lord Mayor y a la Corte de Regidores de Londres, para ser empleados en bien de los pobres, que por entonces abundaban. Cabe considerar, en efecto (aunque las ocasiones de ayuda y los motivos de aflicción fuesen más frecuentes cuando la peste se hallaba en toda su violencia que cuando hubo pasado), que la miseria de los pobres fue, no obstante, innegablemente mayor, porque la general corriente de caridad se había entonces agotado. Se pensaba que ya no había
razones para dar, y las manos se cerraban. Por eso hubo algunos casos sumamente conmovedores y una gran aflicción entre los pobres.
Aunque el estado sanitario de la ciudad había sido restablecido, el comercio exterior permanecía impasible, y los extranjeros no quisieron volver a admitir, durante mucho tiempo, a nuestros barcos en sus puertos. Por lo que atañe a los holandeses, los desacuerdos entre ellos y nuestra Corte habían desencadenado una guerra el año anterior; dígase que por nuestra parte el comercio había sido completamente interrumpido. Pero España y Portugal, e Italia y Berbería, así como Ham-burgo y todos los puertos del Báltico, mantuvieron su reserva para con nosotros durante mucho tiempo y no quisieron reanudar el comercio antes de que pasaran varios meses.
La epidemia había segado tantísimas vidas, que muchas parroquias exteriores, si no todas, se vieron obligadas a acondicionar nuevos cementerios, además del de Bunhill Fields, al que ya me he referido. Algunos de ellos están en uso aún hoy. Otros fueron abandonados, debo confesar que esto sólo me merece reproches, o destinados a otros usos. Los cadáveres, maltratados, desenterrados, incluso antes de que la carne se hubiese separado de los huesos, fueron arrojados en cualquier parte, como estiércol o basura. He aquí algunos de los casos que pude observar por mí mismo:
1. Un terreno, situado detrás de Groswell Street, cerca de Mount Hill, vestigio de las viejas líneas de fortificación, donde un gran número de vecinos de las parroquias de Aldersgate, Clerckenwell y hasta de allende la ciudad habían sido enterrados todos juntos, fue convertido en jardín de convalecencia y más tarde destinado a construcciones.
2. Un terreno, situado justamente más allá del lugar llamado Black Ditch, al término de Holloway Lane, en la parroquia de Shoreditch, fue transformado en chiquero y empleado en otras cosas por el estilo, pero de ningún modo como cementerio.
3. El extremo superior de Hand Alley, en Bishopsgate Street, era un prado y había servido principalmente para la parroquia de Bishopsgate, aunque muchas carretas de la ciudad llevaban allí sus muertos, sobre todo las de la parroquia de St. Allhallows. No puedo hablar sin pena de este sitio. Más o menos dos o tres años después de la peste, si recuerdo bien, sir Robert Clayton se convirtió en propietario de todo el terreno. Se dijo, y no sé si es cierto, que éste había caído en manos del rey debido a la falta de herederos, pues todos los derechohabientes habían muerto bajo el látigo de la peste, y que sir Robert lo obtuvo como un regalo del rey Carlos II. Pero sea cual hubiere sido la manera en que lo obtuvo, lo cierto es que el terreno fue destinado a construcciones. Ante todo se levantó en él una casa muy grande y hermosa, que todavía está en pie, daba a la calle que hoy se llama Hand Alley y que, a pesar de su nombre de callejuela, es tan ancha como una verdadera calle. Las casas ubicadas al norte fueron construidas en el sitio mismo donde se enterraba a los muertos. Cuando se cayó para echar los cimientos, los cadáveres quedaron al descubierto; algunos todavía podían reconocerse. Se distinguían los cráneos de mujeres por las largas cabelleras, y la carne no se hallaba aún del todo destruida, a tal punto que tales hechos originaron no pocas protestas, como que hubo quienes sugirieron que ello podía determinar un recrudecimiento del contagio. Por cuyo motivo las osamentas y los cadáveres fueron trasportados, tan pronto como se los desenterraba, a otra parte del mismo terreno y arrojados todos juntos a una gran fosa cavada ex profeso. Actualmente se la puede reconocer porque sobre ella no se ha construido nada y forma un pasaje que conduce a otra casa, en la parte superior de la callejuela Rose, justamente contra la puerta de una sala de reuniones que fue construida mucho tiempo después. Este terreno fue cercado y forma una placita, separada, así, del resto del pasaje. Allí reposan las osamentas y los restos de cerca de dos mil personas que las carretas arrojaron en ese solo año.
4. Además existe un terreno en Moorfields, en la calle que hoy se llama Old Bethlem y que ha sido ensanchada, aun cuando no en toda su extensión.
5. La parroquia de Stepney, que se extiende del este al norte de Londres, hasta la vera del cementerio de Shoreditch, había ocupado un terreno cerca del susodicho cementerio que ha permanecido abierto y aún forma parte, supongo, del cementerio. Además había otros dos lugares de sepultura en Spitalfields: uno donde más tarde se levantó una capilla o un altar para rogar por las almas de esta parroquia, y otro en Petticoat Lane.
Hubo, por lo demás, no menos de cinco terrenos que sirvieron para la parroquia de Stepney por aquella época: uno
DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE
- ciudad y de sus reales envíos de caridad para alivio de los pobres. Dos cosas de las que ya he hablado.
Se dijo que los objetos abandonados pasaron al rey, como heredero universal. A raíz de lo cual oí decir, y creo que en parte era cierto, que el rey los donó a título de bienes confiscados al Lord Mayor y a la Corte de Regidores de Londres, para ser empleados en bien de los pobres, que por entonces abundaban. Cabe considerar, en efecto (aunque las ocasiones de ayuda y los motivos de aflicción fuesen más frecuentes cuando la peste se hallaba en toda su violencia que cuando hubo pasado), que la miseria de los pobres fue, no obstante, innegablemente mayor, porque la general corriente de caridad se había entonces agotado. Se pensaba que ya no había
razones para dar, y las manos se cerraban. Por eso hubo algunos casos sumamente conmovedores y una gran aflicción entre los pobres.
Aunque el estado sanitario de la ciudad había sido restablecido, el comercio exterior permanecía impasible, y los extranjeros no quisieron volver a admitir, durante mucho tiempo, a nuestros barcos en sus puertos. Por lo que atañe a los holandeses, los desacuerdos entre ellos y nuestra Corte habían desencadenado una guerra el año anterior; dígase que por nuestra parte el comercio había sido completamente interrumpido. Pero España y Portugal, e Italia y Berbería, así como Ham-burgo y todos los puertos del Báltico, mantuvieron su reserva para con nosotros durante mucho tiempo y no quisieron reanudar el comercio antes de que pasaran varios meses.
La epidemia había segado tantísimas vidas, que muchas parroquias exteriores, si no todas, se vieron obligadas a acondicionar nuevos cementerios, además del de Bunhill Fields, al que ya me he referido. Algunos de ellos están en uso aún hoy. Otros fueron abandonados, debo confesar que esto sólo me merece reproches, o destinados a otros usos. Los cadáveres, maltratados, desenterrados, incluso antes de que la carne se hubiese separado de los huesos, fueron arrojados en cualquier parte, como estiércol o basura. He aquí algunos de los casos que pude observar por mí mismo:
1. Un terreno, situado detrás de Groswell Street, cerca de Mount Hill, vestigio de las viejas líneas de fortificación, donde un gran número de vecinos de las parroquias de Aldersgate, Clerckenwell y hasta de allende la ciudad habían sido enterrados todos juntos, fue convertido en jardín de convalecencia y más tarde destinado a construcciones.
2. Un terreno, situado justamente más allá del lugar llamado Black Ditch, al término de Holloway Lane, en la parroquia de Shoreditch, fue transformado en chiquero y empleado en otras cosas por el estilo, pero de ningún modo como cementerio.
3. El extremo superior de Hand Alley, en Bishopsgate Street, era un prado y había servido principalmente para la parroquia de Bishopsgate, aunque muchas carretas de la ciudad llevaban allí sus muertos, sobre todo las de la parroquia de St. Allhallows. No puedo hablar sin pena de este sitio. Más o menos dos o tres años después de la peste, si recuerdo bien, sir Robert Clayton se convirtió en propietario de todo el terreno. Se dijo, y no sé si es cierto, que éste había caído en manos del rey debido a la falta de herederos, pues todos los derechohabientes habían muerto bajo el látigo de la peste, y que sir Robert lo obtuvo como un regalo del rey Carlos II. Pero sea cual hubiere sido la manera en que lo obtuvo, lo cierto es que el terreno fue destinado a construcciones. Ante todo se levantó en él una casa muy grande y hermosa, que todavía está en pie, daba a la calle que hoy se llama Hand Alley y que, a pesar de su nombre de callejuela, es tan ancha como una verdadera calle. Las casas ubicadas al norte fueron construidas en el sitio mismo donde se enterraba a los muertos. Cuando se cayó para echar los cimientos, los cadáveres quedaron al descubierto; algunos todavía podían reconocerse. Se distinguían los cráneos de mujeres por las largas cabelleras, y la carne no se hallaba aún del todo destruida, a tal punto que tales hechos originaron no pocas protestas, como que hubo quienes sugirieron que ello podía determinar un recrudecimiento del contagio. Por cuyo motivo las osamentas y los cadáveres fueron trasportados, tan pronto como se los desenterraba, a otra parte del mismo terreno y arrojados todos juntos a una gran fosa cavada ex profeso. Actualmente se la puede reconocer porque sobre ella no se ha construido nada y forma un pasaje que conduce a otra casa, en la parte superior de la callejuela Rose, justamente contra la puerta de una sala de reuniones que fue construida mucho tiempo después. Este terreno fue cercado y forma una placita, separada, así, del resto del pasaje. Allí reposan las osamentas y los restos de cerca de dos mil personas que las carretas arrojaron en ese solo año.
4. Además existe un terreno en Moorfields, en la calle que hoy se llama Old Bethlem y que ha sido ensanchada, aun cuando no en toda su extensión.
5. La parroquia de Stepney, que se extiende del este al norte de Londres, hasta la vera del cementerio de Shoreditch, había ocupado un terreno cerca del susodicho cementerio que ha permanecido abierto y aún forma parte, supongo, del cementerio. Además había otros dos lugares de sepultura en Spitalfields: uno donde más tarde se levantó una capilla o un altar para rogar por las almas de esta parroquia, y otro en Petticoat Lane.
Hubo, por lo demás, no menos de cinco terrenos que sirvieron para la parroquia de Stepney por aquella época: uno
DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE
- ciudad y de sus reales envíos de caridad para alivio de los pobres. Dos cosas de las que ya he hablado.